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Carta 9 - Me gusta la vida


Viviana Cordero. Escritora, directora teatral y de cine ecuatoriano.

Y tuve que parar. O más bien dicho cerrar un capítulo. He contado tu muerte, he contado la muerte de Papá, no quisiera contar más muertes. La de Mamá está demasiado cercana. Supongo que vendrá pero en su momento y la muerte de mi abuela la conté en El Paraíso de Ariana, de manera que desde que lancé la última carta he pensado en la vida. He pensado en las cosas buenas que tengo, en lo que soy yo, Viviana, a pocos meses de cumplir 50 años. Cuando estaba a días de cumplir 46 escribí:


Me faltan 3 meses para entregar todos mis trabajos y luego por lo menos un mes sabático y más para dedicarme a la película y a mis libros. El teatro siempre es agotador, pero a veces funciona y me gusta. Ahora es demasiado, tengo que lograr llegar a la meta. Verlo de otra manera, no preocuparme demasiado. Reírme de la vida, agradecer por las cosas maravillosas que tengo y tratar de no tener demasiado. Mis 46 años van a ser algo especial. Voy a bajar de peso, me va a crecer el pelo y mi salud va a volver por completo. Gracias al infinito, a dios, a mis maestros y guías, a Juan Esteban, a todos los que me pueden echar una mano. Estoy bien, no me abandonen, por favor.


¿Y qué ocurrió? Bajé de peso, hice una película, varias obras de teatro, me creció el pelo, me lo alisé y mi salud regresó casi por completo. Sólo tuve que soñarlo, creerlo y sucedió. Eso me gusta. De eso me siento orgullosa. Hace una semana empecé a escribir un nuevo guión y quién sabe, a lo mejor en pocos años está estrenándose ese sueño convertido en película.


Esto es lo que veo ahora en mi presente. Me gusta la vida, soy una persona que se siente dichosa con un día soleado, con una caja de chocolates llena sobre la cama y una teleserie de la que estoy enganchada. En una época era Beverly Hills 92001, Melrose Place, Friends, E.R y ahora es Breaking Bad. Me gusta bajar a comprar un americano descafeinado y tomármelo en mi estudio o en la sala de mi departamento que poco a poco está convirtiéndose en mío. Soy una persona que disfruta con una tarde lluviosa, un buen libro y otra vez un americano descafeinado. Me gusta que hayan varios cafés en la González Suárez y poder elegir en cual comprar mi americano descafeinado. Me gusta vivir en esta avenida tan central y saber que cuando salgo a caminar seguro me encuentro con gente conocida. Me gusta conversar y hablar de todo lo que siento. Tal vez por eso escribo, porque me gusta desahogarme. Me gusta salir al cine con mi marido, comprarnos una canguil mediano y una coca dieta para mí, una normal para él y una barra de chocolate. No gastamos en comidas caras y complicadas, eso no me gusta. ¿Me gustaría volver a montar caballo? No lo sé. Antes amaba perderme en mis paseos, galopar por el bosque, trepar la montaña. Eso está en pause por el momento, a lo mejor regresa. La verdad es que tengo miedo de romperme un hueso porque ya no creo que sean tan duros como antes y no me pasaba nada cuando me caía. Me gusta escuchar a mi hija practicar el piano y equivocarse, es como volver en el tiempo y escucharte a ti, Juan Esteban. No me gusta escuchar un CD con la pieza impecable; me gusta el proceso, me gusta cuando Morgana le pega al piano con rabia y vuelve a empezar. Pueden pasar horas de escalas, me encanta. Eso ha regresado a mi vida. Pensé que con tu muerte se había marchado la música. Recuerdo hace cuatro años la tarde en que volvió. 2010 Morgana es una niña de 14 años que va los domingos a clase de piano y que gusta de tocar Yanni. Una tarde no es Yanni, es algo dulce pero nuevo. Me acerco a preguntarle de qué compositor es y me responde que de ella. Supe que una parte tuya había vuelto porque nadie jamás le había enseñado a componer. Me pregunto qué voy a hacer cuando ella se vaya a estudiar afuera y quede otra vez tu enorme piano en silencio. Falta un año y medio para eso, mejor vivir el hoy.


Dicen que uno no se recupera de tantas partidas, pero aquí estoy contenta y sonriente disfrutando de las pequeñas cosas, escondiéndome de las multitudes porque soy huraña y me gusta pasar horas conmigo misma. Sin embargo me gusta reencontrarme con la gente, como por ejemplo con mi tío Manuel que hacía tiempos estaba lejano. Descubrir que es el mejor escritor de la familia y romperme la cabeza para ver cómo lo convenzo de publicar sus poemas y de continuar con una novela que acaba de empezar y que ya me cautivó. Reencontrarme con mi tío Gustavo y su hermosa familia porque en él he encontrado los sentimientos más nobles que un ser humano puede tener, y cariño, y alegría. Reencontrarme con mis amigos de juventud a través de los hijos de ellos que han entrado en mi vida. Es así como regresa Margara, mi amiga ecuatoriana de París con Cayetana a quien tuve la suerte de conocerla y dirigirla en un hermoso proyecto teatral. Vuelve Daniel, mi compañero de colegio a través del Joaco quien es mi asistente en la escritura del nuevo proyecto. Es así como a través de Nicole, quien espero sea uno de los personajes del nuevo proyecto, reaparece Marga. Reencontrarse con los amigos, supongo que porque siempre supimos que éramos compañeros de la misma aventura y queremos preguntarnos cómo la hemos manejado. Nos aliviamos al saber que no estamos solos cometiendo errores. Es bueno comprobar que a todos nos ha tocado batallarla. No me gusta la gente a la que le va de maravilla. A nadie le va de maravilla.


Me gusta… Me gusta saber que mi tío Simón, el Joaquín del Paraíso de Ariana y que tendrá todo un capítulo entero termina su búsqueda de años en mi estudio azul. Aquí se encontraba el libro que había leído a los veinte, el que le había fascinado y había tratado de encontrar por todo lado. Agotado decía el Internet. Hace dos semanas me preguntó en una invitación familiar si recordaba ese libro que Juan Esteban le había prestado cuando vivía en París con nosotros y yo le dije: Está aquí. Lo tengo yo y cuando le llevé a la repisa de mi estudio, antes de que yo lo encontrara, él ya lo reconoció y fui feliz de entregárselo. El Imperio de los Topos se llama.


Me gusta salir a almorzar con mi amigo Alberto, desahogarme de la vida y reír recordando nuestra juventud. Iba a decir que me gusta recordar la sonrisa de mi madre, pero la verdad es que eso me duele todavía. Quisiera que estuviera aquí.


Me gusta ser tan cercana a mi hermana Lorena y reírnos de todo. Eso comenzó a darse a raíz de la enfermedad de mi mamá y eso sí me gusta. Sólo me da pena que ya no viva tan cerca, pero me gusta manejar hasta su casa y tomarme un nespresso descafeinado. ¿Por qué tanto olor a café sin cafeína? Simplemente porque soy alérgica a la cafeína y el tomar un café, que tanto me gustaba, me llena de ansiedad.


Me gusta enfrentar mis problemas y hablar de ellos sin tapujos. He aprendido que no sirve de nada el tratar de esconder las cosas. Me gusta desayunar mi batido donde María Teresa y conversar de la vida. Me gusta forzarme a hacer ejercicio. No me gusta empezar, pero me gusta terminar y sentirme llena de energía. Me gusta mi casa ordenada y con olor a esencia de naranja. Si es posible con olor a pastel, pero como no sé cocinar tampoco puedo exigir. Me gusta el sonido de la risa de mi hijo con su amigo Julián. Me gusta la sensación de los dedos sobre las teclas de Ceridwen (mi computadora) llamada así en honor a la diosa celta, la madre Tierra. Me gusta tener junto a mí un blog de notas para sentir la sensación de la tinta sobre el papel, me gustan que sean minas de punta mediana, no me gustan las finas. Me gusta aterrizar, no me gusta despegar. Me gusta el color, no me gusta el blanco. Me gusta reír con mi marido. Reímos mucho, eso es bueno. Me gusta el optimismo de mi hija Nadia y la fuerza de mi hija Morgana. Quiero que a mi muerte sean capaces de botar todas las cosas mías que les estorbe sin sentirse culpables y que sólo guarden de mí los buenos consejos. (Esto me recuerda que debo escribir todo el proceso del años pasado. El vaciar el departamento de mi madre es toda una historia que debo contarla para ellas o para quien en algún momento pase por ese proceso tan fuerte.)


Cuando era joven y me acababa de casar, en el departamento donde vivía tenía la vista más hermosa al valle de Guápulo. Caía la neblina y me sentía en las brumas de Avalon donde moraba el hada Viviana y su sobrina Morgana. Cuando me separé y dejé ese apartamento extrañaba ese paisaje como de ensueño. Ahora ha regesado a mí y bajo mi ventana tengo un arupo rosado que ha florecido y parece sacado de aquella mítica isla. Eso se lo agradezco a Mathieu quien tiene en ocasiones una manera de pintar la vida en tonos rosa. Me obsequió ese dibujo en palabras, compramos el arupo, llegó a la terraza y ahora está rosado. Eso es magia…. Me gustaría que estuviera Nadia para que le tome una foto. Voy a tratar de hacerlo con mi pulso desastroso. Me gusta volver a ver a la familia Chin y a Norbert, mis compañeros de Un titán en el ring y reírnos de momentos que en su momento fueron intensos y complicados pero llenos de vida. Me gusta que sigamos siendo amigos trece años después.

Me gusta escribir y escribir y escribir… Me gusta leer y leer y leer… Hay tantos me gusta, eso significa que definitivamente me gusta la vida.

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