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Carta 55 - ¿Bailamos...?


Todo comenzó hace muchos, muchos años, casi como reza el inicio de La Guerra de las Galaxias: hace mucho, mucho tiempo. Yo me encontraba frustrada porque varios años habían pasado y no lograba realizar otra película. Sensaciones estrenó en el año 91 y estábamos ya llegando al 2000. En el intervalo, había dirigido una teleserie, El Gran Retorno, y muchos comerciales pues me ganaba la vida de esa manera. Pero, no se daba otro filme y eso me frustraba. Una tarde en que muchos cambios se habían dado en mi vida, entre esos un nuevo divorcio (yo los acumulo, sería el segundo), me encontraba conversando con quien, en esa época, era mi mentor y la persona que más creía en mí, tratando de expresar una propuesta que estaba en mi mente hacía rato: la historia de dos mujeres, la señora y la empleada, quienes, cual rieles de tren, llevan sus vidas juntas y paralelas, mas no se unen. Como una maldición, deben vivir vidas que caminan en la misma dirección y, a la vez, tratando de separarse sin lograrlo. Genial, respondió mi interlocutor al terminar yo de hablar, atropellada y nerviosa. No lo podía creer, ¿de verdad le parecía buena idea? Esto sólo podría ser realizado en teatro, pues no tenía dinero para hacerlo película y, además, era un diálogo. Por otro lado, había concluido que lo que más extrañaba del cine era el trabajo con actores y la escritura, pero jamás, jamás me había aventurado en el sueño del teatro. En ese instante me daba miedo, pero yo suelo ser muy audaz para algunas cosas (y muy cobarde para otras).


En un mes estuvo escrita mi primera obra, Mano a Mano, el comienzo de muchos sueños, de muchas obras, la puerta al mundo blanco porque, si el cine es negro, el teatro es blanco. Mano a Manose estrenaría cuatro meses después, con salas llenas, funciones dobles, giras por el país y por el exterior. Hasta el día de hoy, esa obra ha seguido viendo la luz en Argentina, Brasil, Perú y Venezuela. En aquella pieza hubo algo muy especial que fue conseguir el regreso de Toty Rodríguez a las tablas, luego de veinte años de ausencia, y el nacimiento como actriz teatral de Martha de Salas, luego muy reconocida en Las Zuquillo. Muchas son las aventuras que he vivido en el mundo del teatro. Probablemente ameritan un libro completo de que registre todos esos recuerdos, sueños y frustraciones. Ya llegará el momento, pero hoy lo traigo a colación debido al próximo estreno de ¿Bailamos…?

Dieciocho años más tarde, y con toda el agua que ha corrido bajo los puentes, este viernes 6 estoy de vuelta con mi pasión número tres, pasión que siento igual de fuerte que la uno y la dos: el teatro. Ahora bien, ¿cómo comenzó ¿Bailamos…? Lo mencioné en un blog anterior, pero vale hacer memoria. Cuatro años atrás, durante un mes soleado como el actual, mi departamento había colapsado en todo sentido. Tal vez reacio a aceptarme como su nuevo propietario, me quiso probar causando una inundación en la sala, proveniente de la terraza. Con muecas de horror, tuve que aceptar que levanten toda la piedra antigua de la terraza y todo el tablón de la sala. En consecuencia, las mañanas vivía torturada por el estruendo de la hormigonera. Una tarde, momento un poco más apacible, recibí la visita de Toty y de “Mosquito” Mosquera. No recuerdo la razón puntual. Creo que acabamos hablando acerca del remontaje de otra obra que habíamos realizado juntos. Mientras miraba a Toty y a “Mosquito” sentados en el comedor, surgió en mi mente una historia, la de una señora mayor que vivía sola en su departamento y cuya única compañía era un ex empleado suyo de toda la vida. Ella, sufriendo de Alzheimer, no le reconocía. Él, en cambio, quien con los años se había ido enamorando de ella, le creaba todo tipo de fantasías durante sus visitas. Me escucharon maravillados y me pregunté, ¿por qué no?


Ahora bien, estos embarazos son largos y repletos de estragos. Pasarían cuatro años desde aquel encuentro. Otros proyectos aparecieron para cada uno de nosotros tres pero, cada vez que nos encontrábamos, volvíamos a soñar. ¿Y por qué no? Me volvía a preguntar. Entonces, de un momento a otro, salió sin que yo, en un inicio, tuviese muchas ganas. Corría el mes de enero y me encontraba down, down, down, por mi película Sólo Es Una Más. La habíamos estrenado en octubre y sentía que no deseaba volver a nada artístico. Estaba cansada, estaba deprimida. La verdad, recuerdo cómo me dolían los tobillos y nada llamaba mi atención. Hasta que, un día, otra visita de Toty y “Mosquito”. Les miré y, en tono cansado, les propuse: si se adaptan a mis horarios y consiguen teatro y, sobre todo, me quitan la carga de la producción, lo hago. No lo van a lograr, estaba convencida. Pero, a la semana, vinieron con un productor. Quedaba una tarea más difícil: teatro no van a encontrar. De pronto, una llamada, hay teatro y justo el teatro con el que sueñas, un teatro que había perdido hace años por unas situaciones complicadas. Estaban dispuestos a abrirme las puertas otra vez, no lo podía creer.


Mis ánimos seguían flojos, pero empecé a escribir y comenzamos a ensayar, lento al principio. Otra vez en mi casa porque no teníamos un centavo para arrendar un espacio, pero cada vez con más decisión. Yo todavía no estaba tan segura de querer seguir adelante y, como tratando de que no se realice, ponía mil trabas. La fecha que nos daba el teatro era julio y ya estábamos en marzo, así que parecía un plazo imposible. En el intervalo, se marchó el productor, así que nos tocó quedarnos Pablito, mi asistente de Sólo Es Una Más, y yo a cargo de la producción, una tarea que yo absolutamente no quería. A fin de lograr estrenar en julio fijé un régimen de ensayo diario, desde las 9 am hasta la 1 pm, un plan super exigente. En algunas (¿muchas?) ocasiones, sentí que me estaban odiando. Como reclamó mil veces Toty, ¡se había instaurado una dictadura!


Con el pasar de los días se alejó mi bajón, retornó la ilusión y, como el tema tuyo, Juan, nació un proyecto. En las mañanas encontraba en mi sala al “Mosquito” vestido de mariachi y a Toty probando mil vestuarios. Mi sensación, cual montaña rusa a veces, un día era que teníamos una joya y, al día siguiente, que era la peor obra del mundo. Repetidamente, fui obligada, casi literalmente, a encadenarlos para que memorizaran los textos, para que se concentraran exclusivamente en la obra. Sobre todo, mi señora Toty, quien tiene la virtud de saltar de un tema a otro y luego a un tercero, sin ningún esfuerzo. Me tocaba confiscar celulares, investigar en qué drama se hallaban para intentar rescatarles, o simplemente calmarles con una taza de café o llamar a Lapsus y a Brutus cuando las cosas se ponían demasiado intensas. Tan pronto llegaban de mañana, ya me preguntaban, ¿a qué hora es el recreo? ¿Y el café? ¿Hay galletas? Sí, hubo momentos de frustración y cansancio en los que quise huir de mi casa invadida por actores y asistentes. Pero, la obra ya me había invadido, me había poseído.



Hoy, aunque me siento saturada luego de mil ensayos, quiero salir a escena. Es como la historia de Pandora y Epimeteo cuando, dentro de la caja de los horrores ya cerrada de nuevo, se escucha una vocecita, la de la Esperanza, pidiendo que la dejen salir. Esta es la nueva obra, mi pequeña esperanza, como el nombre de mi hija Nadia. Me atraviesa una gran emoción de volver al teatro y hoy ansío realizar muchas obras más. Estoy agradecida de regresar a ese espacio.


Es difícil describir el día a día en la preparación de una obra. Iniciamos ayer el montaje y eso me entusiasma. Recuerdo las mañanas de ensayos, los días en que nos quisimos y aquellos que nos odiamos, los momentos de carcajadas y aquellos cuando simplemente quería que sea fueran para cerrar la puerta y no pensar más en ellos. Es hermoso el sentimiento de concluir algo bien. Hace dos semanas, tocaba ir al teatro para un primer ensayo. Ilusionada, les esperaba en mi depa cuando Toty llegó volando en fiebre. Ensayo cancelado, le dije. No lo hagas, me pidió. Suelo tener bastante sangre fría en momentos de mucho stress así que decidí que Toty vaya a ver un doctor mientras yo iba al teatro con “Mosquito”. El diagnóstico no fue bueno: neumonía, tal vez no habría estreno. La pequeña gran diferencia entre el teatro y el cine es que el teatro es en vivo y directo. Pero existe un dios, o diosa, digamos que Sarasvasti, que nos protege en momentos complejos. En paralelo, mi admiración para Toty, mujer fuerte, que no se deja vencer así no más. A los dos días, ya estaba en pie y ensayando de nuevo. Y ahora, estamos listos para el estreno en tan sólo tres días. Los nervios de punta, la adrenalina acelerada, el sueño, la ilusión, la esperanza… la bonita cara de la vida, como decía mi padre muchos, muchos años atrás, cada vez que algo bueno se vislumbraba en el horizonte.


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