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Carta 10


Viviana Cordero. Escritora, directora teatral y de cine ecuatoriano.

Marsella, New York, Chicago, París, qué distintas y qué especiales. Ni siquiera sé por dónde comenzar. Tal vez por la llegada al Viejo Puerto con Nadia a tomarnos un café y a sentir el olor del mar. Tal vez por la caminata al Monasterio de la Vieja Caridad a ver la exposición de Braque, Warhol, Magritte y Picasso (Visages). Tal vez por la presentación de la película en el teatro por primera vez asustada antes la posible reacción de los franceses; tal vez por mi encuentro y conversación con mi colega Tania Hermida; tal vez por la tarde en que fui a dejar a Nadia en la estación de tren y regresé sola, extrañándola a pesar de que sabía que la iba a ver al día siguiente o tal vez por el momento en que llegamos con Nadia al aeropuerto Charles de Gaulle para tomar el vuelo más glamoroso: Paris - New York y sentir que el vuelo fue lo menos glamoroso; avión pequeño, atestado de gente, sin ninguna gracia. Opté por ver un mi Ipad un clásico: Mildred Pierce con Joan Crawford. Cansancio al pasar la aduana, felicidad al ver que sí nos esperaban del festival y que nos llevaron al sí glamoroso y antiguo Hotel Roosevelt. Nadia comenzó a saltar sobre una de las camas al sentirse tratada como "estrella". Mi hermana y su hija Rebeca debían encontrarnos esa noche, pero su vuelo retrasado todavía no salía de Quito. Frustradas con esa noticia salimos a caminar y a sentir el olor de Ciudad Gótica. La fuerza de la urbe nos impactó. Caminamos por Madison y la Quinta y luego entramos a comer en un pequeño lugar muy newyorkino. A pesar del cansancio estábamos repletas de energía. Con el cambio de horario caímos dormidas pronto y despertamos temprano. Caminamos hasta Grand Central Station y luego a Times Square. De regreso porque ya Lorena estaba en camino paramos en Dunkin Donuts por nuestro especialísimo Boston Cream y por supuesto, mi descafeinado americano. En ese momento llamó Lorena que ya se encontraba en el Lobby del hotel y picamos para allá. Nadia corría muerta de risa con dos cafés en la mano y yo atrás. Encontrar a Lorena y Rebeca y abrazarlas como en comercial de tarjeta de crédito no tuvo precio. Y luego seguían los reencuentros. Mi gran amigo Ketih McDevitt, llegaba en pocas horas con su hermosa novia Sue Malson para reencontrarnos luego de 30 años de no habernos visto. Y fue como cuando teníamos 18 y caminábamos por Quai d'Anjou. Fue como ayer, como si no hubiera pasado el tiempo. No parábamos de hablar, tanto que ponernos al día. Ellos habían tomado el avión desde Ohio para verme, y como comercial de facebook, nos reencontramos gracias a esta hermosa red social. Almorzamos sin parar de hablar en un hermoso y completamente newyorkino restaurante italiano y de ahí a correr al Circo del Sol, Amaluna, el espectáculo que presentaban. Como siempre el Circo del Sol: espectacular. Por la noche a comer en The Ducks Eatery, 351 E 12th st. Abajo, abajo, donde la noche no se acaba. Ahí nos quedamos hasta las dos de la mañana celebrando el cumpleaños de mi hermana con mi amigo Keith, Sue y Ana Urbach.

Llego al hotel con una mezcla de sentimientos. Me duermo en paz en ese hermoso hotel y por la mañana salimos como buenas chicas a atacar las tiendas. A la una de la tarde hemos quedado con Keith en toparnos a comer la mejor pizza de New York, la de Bleecker Street donde ha de reunirse con nosotros mi queridísimo tío Gro quien llega a unirse al grupo ya armado de Keith, Sue y Anita. No tarda en ser parte de esta suigéneris banda y hasta que sea hora de ir al teatro para presentar la película por la que he sido invitada a una de mis ciudades preferidas, recorremos el West Village. No puedo sino dar gracias de poder disfrutar con calma de toda esa arquitectura tan única. Así nos dan las cuatro de la tarde y aparece mi prima Cecilia a quien creo que tampoco he visto en casi treinta años y con quien empatamos de inmediato. Otra más al grupo. Encontramos tantos temas de conversación que no entiendo el porqué nos tomó tanto volver a reencontrarnos. La vida que a cada uno le aleja y otra vez este maravilloso facebook que me ha acercado a tanta gente. Antes de que empiece la película me conozco con Diana Vargas, directora del festival y converso con ella. Mujer simpática, luchadora e inteligente; lleva haciendo este festival ya por quince años. Entramos y la película comienza. Veo que a carrera entra mi amiga Cristina Morrison y yo a los pocos minutos salgo a tomar un café con mi hermana y con Nadia. Siempre nerviosa. Esperando que la película guste. Al terminar comienza la ronda de preguntas. Lo hemos logrado, la película le ha parecido bien a este público mezcla de latinos y norteamericanos. Salgo llena de adrenalina y les pido a todos que me acompañen a comer. No quiero que se vayan. Estoy demasiado contenta. Y se nos van las horas y al salir me despido de Keith y de Sue haciéndoles prometer que no pasarán otros treinta años para volver a vernos, que me visiten en Ecuador y que encontremos otra ciudad para vernos, a lo mejor llegaré yo a Ohio, nada es imposible. Le doy un fuerte abrazo a mi prima Cecilia con el compromiso de vernos en otra ocasión, de seguir en contacto. A Cristina sé que la veré en su premiere pronto. Nos quedamos con mi tío Gro quien quiere llevar a Nadia a celebrar las vísperas de su cumpleaños en The View, el restaurant giratorio del Marriott Marquis. ¿Por qué ahí? Porque hace más de veinte años, cuando llegué a New York con mi madre para un evento especial desayunamos ahí y ese recuerdo se le quedó grabado a mi tío Gro. Caminamos por la hermosa ciudad de los rascacielos conversando sobre la familia; recordando a mi tía Elena que es con quien él vino una vez cuando eran muy jóvenes y contemplaban maravillados esa ciudad que se levantaba en el aire. No quiero que se borre de mi mente nada, por eso escribo. Hubiera querido tomar fotos de cada momento pero no soy buena fotógrafa, por eso escribo, pero al escribir probablemente ya estoy alterando la realidad, por eso también escribo; para que ésta se convierta en mi historia. Antes de entrar a The View grabamos el video de cumpleaños para mi hadita Morgana en Times Square. Todos cantamos y queda hermoso. Luego subimos al piso no. 48 y nos quedamos extasiados con la vista. Ya no me dan las fuerzas, pero le cantamos a Nadia y seguimos comiendo. Mi tío Gro debe volver a su Windsor a las dos de la mañana así que en Lobby nos quedamos conversando un momento más de historias de la familia. Sé que debo grabarle si quiero que se preserven porque su memoria es fantástica y uno no debe dejar morir las grandes historias aunque éstas a veces duelan.

Al día siguiente nos dedicamos a recorrer la ciudad, es el cumpleaños de Nadia y por la tarde debo asistir a una entrevista. Duermo tarde pero la mañana siguiente vamos con Nadia a Lincoln Cinemas a ver un documental sobre Galápagos, sobre los personajes que vivieron en Floreana y que en un momento de mi vida a mí me llegaron mucho: Margarita Wittmer, la baronesa, Dora Strauch. Documental fuerte, impactante. Salimos para ir al campus de NYU, lugar especial para Nadia. Ella quiere hacer su master en NYU, esperemos que llegue a cumplir su sueño. Caminar por el Soho nos anima y finalmente volvemos al teatro para la segunda función de la película. Esta culmina con una conferencia en el auditorio del rey Juan Carlos sobre distribución y con esto nos despedimos de la ciudad que nunca duerme. Nuestra última noche, empacar las maletas y rumbo a Chi City.

Yo estuve en Chicago con mi película Retazos de Vida hace cinco o seis años. Ahora volvía a este hermoso festival donde como siempre a una le hacen sentir tan especial. Pero llegar a la ciudad, volverla a ver; su elegancia, señorío, imponencia. Es una ciudad que vale la pena visitar. Hasta que estuviera lista la habitación me acerqué a la oficina del festival, me puse al día con las películas y después nos sentamos a esperar a mi tía Gabi. Mi tía Gabi es la hermana menor de mi mamá. Yo le paso con seis años. Siempre tuve una gran empatía con ella, desde que era niña y luego adolescente y nos visitaba en París, pero porque así es la vida había perdido contacto con ella. Ahora verla me llenó de alegría; la misma Gabi, alegre, dicharachera, optimista, práctica, elegante y segura de lo que quiere. Con palabras sabias encantó a mi hija Nadia. Nunca se puede volver a algo le dijo en un momento cuando yo le comentaba que al regresar a Chicago traté de reencontrar algo que no estaba ya en ese momento, pero el presente es maravilloso siempre, le dice sonriendo. Yo me hago la película que quiero vivir y esto lo aprendí de tu mami, nos comentó en otro momento. Porque la verdad es que uno de los mejores recuerdos de Chicago es haber estado con ella. Once mudanzas desde que se casó. Su marido, el retrato del Captain Von Trapp de La Novicia Rebelde, trabaja como gerente del Hyatt y cada dos años, a veces un poco más, les cambian. Suena glamoroso, pero es fuerte empacar una casa y estar lista para comenzar con ilusión en un país totalmente diferente al anterior. México, Uruguay, Estados Unidos, Alemania, Chile, son algunos de los países en los que han vivido. Hace más de diez años la visitamos en Berlín, ahora Chicago. Nos divertimos, nos reímos, hablamos largo y para siempre mi agradecimiento por lo bien que nos trataron. Nadia se quedó a dormir una noche ahí. Peter se levantó a las cinco de la mañana para dejarla en el aeropuerto, eso no se olvida. Tienen tres niñas maravillosas, en definitiva una familia de sana envidia. Qué más puedo decir sino que no puedo dejar Chicago sin el paseo a Lake MIchigan, el museo donde contemplamos maravillosas obras impresionistas, el parque Millenium, la espectacular Michigan Avenue, el paseo arquitectónico en barco, el teatro con las películas del festival donde recuerdo sobre todo a Tercera Llamada, deliciosa película mexicana que retrata los entre telones del montaje de una pieza teatral con tanta gracia y sinceridad que me sentí identificada con cada situación. La acogida a mi película y la conversación con mi querida Cayetana Polanco a quien volvía a ver a los tiempos. Ella fue mi actriz en la obra de teatro experimental Anatomía, una pieza que monté con adolescentes, que nos tomó tres años prepararla y de la cual guardo uno de los mejores recuerdos.

Dejamos Chicago con una serie de sentimientos que llenaban mi corazón y me hacían sentir viva para embarcarnos a París a pasar la última semana y aquí estamos. El primer día, a pesar del cansancio me puse a saltar sobre la cama del estudio que da la Museo de Historia Natural. París, mi París, que no me encanta tanto esta semana por la cantidad de turistas que tiene debido a las vacaciones de semana santa, pero que me ha sonreído con su cielo azul y su clima primaveral. En el Sena toman el sol en bikini, supongo que canadienses o ingleses porque yo todavía salgo con mi chaqueta que ya se para sola, pues no me la he quitado creo que ni para dormir desde que salí de Quito hace ya tres semanas. Me quedan cuatro días más, estoy cansada, pero llena de emociones mezcladas, pensando en mis próximos sueños, viajes espero. Digo que me encantaría que me paguen por escribir sobre mis viajes, pero supongo que eso es algo que no se puede dar. La vida profesional en mi caso ha sido bastante compleja, me contento con haber sido bendecida con esta oportunidad: invitada a tres ciudades tan maravillosas y distintas. Y todavía tengo tres días más.

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