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Carta 31 - Mis mujeres del mes

Creo que durante los meses del verano tuve varias maestras. Por circunstancias de la vida yo me volví frágil y experimenté un dolor tremendamente fuerte. Entre las cosas bonitas que ocurrieron en aquellos meses brumosos de julio y agosto fue que a lo largo de los días recibímensajes y lecciones de varias mujeres a quienes ahora quiero describir y rendir mi más profunda admiración.


Primero en la peluquería: una de las más grandes amigas de mi madre, Alicia Coloma de Reed. Una mujer maravillosa, hermosa, segura de sí misma, inteligente, que trabaja todos los días, vive sola y feliz; se basta consigo misma y con todo el cariño que recibe de su familia. Mirarla a ella es contemplar la luz que sale de sus ojos claros, su fuerza y su tezón. Sin saber por la situación que yo atravesaba, que finalmente no importa ahora pues todos llevamos nuestras cruces, me brindaba su manera de ver la vida y al observarla tan radiante, yo me preguntaba con mi corazón de Amélie destrozado, ¿por qué no? Tal vez algún día yo también llegue a ese estado y salga de la peluquería dichosa con mi pelo blanco, o recién pintado; elegante y guapa, y sirva también de ejemplo a otras mujeres que, quién sabe, en ese momento estén necesitadas de apoyo y de fuerza.


MILADY: Milady ni siquiera conocerá que escribo sobre ella. Es quien condujo el Uber que nos llevó a la casa de mi cuñada Isabel, el último día que pasamos en Boston. Uber, el mejor sistema de transporte, para los que no conocen, son carros privados que reciben mensajes, te pasan a recoger y te llevan a tu destino, o sea más claro, la competencia del taxi. Mediante una aplicación en el móvil portátil uno se afilia y paga con tarjeta directo a la cuenta. No se tiene que llevar efectivo y la gente que a uno lo recoge es verdaderamente encantadora. El caso es que el día sábado, anterior a nuestra partida, ya subidos en el auto Tiag y yo, noté el acento latino de Milady al hablar inglés.¿De dónde eres? le pregunté. De República Dominicana me respondió. Ah pues nosotros somos de Ecuador, le comenté animada y así comenzó una charla maravillosa. Tiene 60 años, parece de 40 y educó a sus hijos sola en Estados Unidos. A su marido acaba de traerlo luego de 30 años, (mi Dios, lo que le espera) Ha sido feliz; sus hijos ya se han graduado, una de ellas es enfermera, el tercero no quiere estudiar. Ella se realiza conduciendo y satisfecha de trabajar con UBER. Sólo sonríe. Espero que la sonrisa no se le quite con este ser extraño que acaba de llegar y que aunque lo llame marido ya ha pasado demasiado tiempo, aunque se la ve tan segura y fuerte de mantenerlo y sacarlo adelante que sólo puedo respetarla y agradecerle por darme esa gota de esperanza, por transmitirme la idea de que la vida es hermosa con una misma, de que como dice Oprah Winfrey: soy mi propia mujer y me basto y me sobro.


BABELA: la mujer que inspiró el personaje principal de Voces. A quien encuentro en la González Suárez, con su pelo rubio hasta la cintura, espectacular talla 0 o 2. Que todo lo organiza sola, que no se hace problemas, que es capaz de internarse en la selva sola o recorrer el Ecuador sin compañía, que pocas veces pide ayuda, que solo aporta con palabras fuertes llenas de sabiduría y decisión.


ISABEL: mi cuñada. Desde julio estuvo presente en mi vida con su fuerza y su ejemplo. Había tomado la decisión hace un año y pico de ir a vivir con su hija Lucía en Boston. Poco a poco fue armando el proyecto y de pronto era un hecho, empacaba su casa aquí en cuestión de días, la ponía de arriendo, organizaba la mudanza, hizo una hermosa fiesta de despedida y así nos encontramos en Boston cuando yo fui a dejar a Morgana. Una persona con la sonrisa abierta, llena de luz, que no le ve problemas a la vida, que además todo lo encuentra divertido, que se queda sola, sola, sola, mientras Lucía va a pasar con mi hermana en Orlando y organiza, organiza, organiza la que será su nueva vida. Una hermosa casa en Sommerville donde los mueble en gran parte los fabrica ella, sola. Yo la miro y no puedo cerrar la boca. Arma repisas, camas, escritorios, mesas con una herramienta milagrosa que se compró y que me la muestra emocionada como si se tratara de lo más imprescindible y maravilloso, como si no se pudiera vivir sin eso y sigue por la vida, sin hacerse líos. No se hace problema por el primer día de clases de Lucía, a última hora entre carcajadas prepara la lonchera. Vamos en su jeep descapotable a la playa y todo es risas. Me recuerda una rockera de los 70’s mezcla de Cher y Joan Jett. ¿Nunca tienes miedo, Isabel? le pregunto aterrada, yo, que para todo me hago problemas y muchas veces dramatizo más de la cuenta. Ella me regresa a ver con el viento que mueve su melena y le cubre el rostro y sólo ríe. Ríe a carcajadas. Sí tengo, me dice, a veces, y yo no le creo porque ella no tiene miedo. Y esa imagen es la que me acompaña cuando pienso que no puedo caminar sola, esa y la de Milady conduciendo, Alicia traduciendo y Babela, viviendo la vida con sabiduría y paz; encargándose de sus hijos, organizando mil cosas, trabajando y siempre con una sonrisa para demostrar que la vida es luminosa.

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