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Carta 23 - Aeropuertos

AEROPUERTOS Gusto, miedo, alegría, novelería, sueños. A las 1 de la mañana embarqué a Houston. Estuve a un tris de no hacerlo, me agarró una angustia... Era el cansancio, el miedo de tomar tantos aviones para llegar a.... sí, ya parece chiste, ya supongo que para muchos no es novedad.... pero para mí sí, siempre es especial... a París, mi hermosa segunda ciudad. No sé si cuando Nadia deje ese lugar, yo vuelva, probablemente no. Cuando regresé a vivir en Quito, pasó tiempo antes de volver, pero Francia seguía conmigo a través de La Condamine, colegio en el que estudiaron las nenas. A veces soñaba que me iba a pasar unos días sola, pero nunca lo hice, no me atrevía. Una vez te fui a visitar, Juan, y no quise volver. Luego, cuando tú ya te fuiste a esa otra dimensión, fuimos todos para revivir París. Me dolió, me ardía la piel al saber que ya no estabas, pero igual me gustó. Siempre fue París. Me supe encinta de mis nenas allí, a pesar de que durante ese mes sólo tuve náusea y no me sentí cómoda. Presentamos El Paraíso de Ariana en París. Luego pasó mucho tiempo, y cuando el mundo festejaba el 2000 fuimos durante el verano a París con las nenas de seis años, pero yo estaba enferma, no me diagnosticaban el adisson, pero los síntomas arruinaban mis días. Volvimos a París con Sebastián y mi mamá cuando Sebastián estaba editando Rabia y decidimos ir a visitarle. Entramos cantando: “ Oh, Champs Elysées” Bueno, los primos y yo. Sebastián nos miró intrigado. “¿Por qué tanta nostalgia por París?" , preguntó. La verdad no lo sé; yo fui la menos interesada en ir a vivir a esa ciudad; sufrí de soledad y de todo durante años. Extrañaba Quito y sólo quería volver. En Quito tenía tantos amigos y había un cielo azul. En París hacía mucho frío durante meses y me pesaba la ropa y la frialdad de la gente. Pero ahora, con los años se ha desarrollado una nostalgia por muchas cosas, detalles; el como huele la ciudad, la manera de hablar de los parisinos, la poesía que le ponen a las publicidades, el amor por la lectura, por los espectáculos, el ver que siempre los teatros están llenos y la gente aplaude a rabiar. Es extraño... Han pasado quince días. Este post se quedó en pausa porque llegué y me quedé en silencio, me hice sinceramente la pregunta de qué está pasando interiormente para querer viajar tanto y luego recordé al personaje literario Auntie Mame y pensé que de niña, cuando vi la película, quise parecerme a ella. Me gusta este sueño de querer vivir de una maleta. Para eso existen las tarjetas de crédito y los ahorros. Antes no lo hacía, me daba miedo. Así que sin entrar en mayores detalles, volvamos a París. Siempre que viajo a París cargo conmigo un texto de mi amiga mágica Pachaca. Ella escribió hace muchos años un hermoso artículo sobre la ciudad luz, se llama París insólito y cito ciertas partes sin haberle pedido permiso pero segura de que no se enojará y como lo recomiendo entero le dejo la inquietud de postearlo. Pachaca, gracias por haberlo escrito. ¨ París son las calles de St. Germain que aún vibran con el eco de la trompeta de Miles Davis, las aparatosas historias de Boris Vian y la voz de Gainsburg enronquecida por el cigarrillo, el alcohol y la melancolía. París es el Café de Flore... París es una radiante mañana de invierno... atravesar el Pont Neuf y la Place Saint Sulpice tomar un café con leche y ver pasar a la gente... París es Rimbaud cuando se está triste, Prevert cuando se está contento y Aragon cuando se está enamorado...París es una esquina a media luz, un minúsculo bistro, la fauna y flora de Pigalle y rehacer el mundo en compañía del desgarrador sonido de un acordeón... París son los pasajes de Cortázar, los corsets de Gaultier, las burguesas de Buñuel, los helados de Berthillon... el blanco y negro de Truffaut.. la Nadja de Breton... los jardines de Palais-Royal, la miarada de Anuk Aimée, las estrellas de Cocteau, los enamorados de Doisneau... París es una cierta melancolía que es casi una alegría.¨ (María Cristina Pallares) Así que París es eso y mi hija Nadia, a quien admiro por su fortaleza, porque París para ella es también Paris VIII que queda en Saint–Denis, barrio complicado; universidad fundada en mayo 68 por ende revolucionaria a más no poder donde todos los días hay una huelga, y eso ya no es chiste; cercana a La Courneuve, barrio duro y si no recordemos la canción de Renaud. La regeneración urbana existe pero asusta y ella la pelea. Pelea el que los parisinos sigan siendo tan encerrados en sí mismos y detesten a los extranjeros. Su París es también con muchos meses de frío, soledad y frustración a pesar de tanta maravilla. Su París a veces son los ákaros y las pulgas que invaden la habitación de la residencia y amanece picada íntegra mientras los administradores se hacen los locos. Su París es la noche que cae pronto y sabe que está sola. La ciudad es hermosa y poética, pero también puede ser tan cruel como en Los 400 golpes, su película preferida. Y cuando pienso en ella, ahora que ya dejé París, quiero volver a caminar por la île de San Louis, tomar un expresso descafeinado, entrar al cine y pedir bombones Lyon; comprar shampoo Le petit marseillais y crema y jabón y todo de esa misma marca; correr con ella para agarrar el metro que acaba de llegar y reírnos a carcajadas de haberlo logrado. No es que ella me necesita, se ha arreglado sola y demasiado bien, soy yo la que la extraña. Cuando era chiquita no se podía dormir si no me miraba. Ahora soy yo la que quiero que hagamos cosas. En la película Tearms of endearment había una escena en que la madre interpretada por Shirley Mclaine se metía a la cuna para estar con su hija. Algo parecido me pasa a mí aunque esta vez le he prometido firmemente demorar mi visita otra vez. No sé cuánto resista, pero esperemos que lo logre. Ahora estoy en Eslovaquia y parece mentira, todo es blanco, es parte de otra historia, es hermoso. En tres días estaré en Quito. Trataré de escribir todo lo que he sentido durante estos 24 días, porque ya no son quince de lo que comencé esta carta, Juan, son más de tres semanas; muchos cuestionamientos, sentimientos a millares surgir, alegrías, reencuentros, tantas y tantas cosas que quiero contar.

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