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Carta 38 - 2 Campbell Park

Hillary es mujer, ese el problema. Le buscan y le buscan y no la dejan en paz. Nadie ha sido tan investigado como ella, pero es mujer, y eso aquí no lo aceptan. No es justo, me dice la cajera de Macys, una señora de aproximadamente 70 años que quiere conversar. Yo la dejo y la escucho. Alguna vez alguien me definió como una esponja. Absorbo todo y me gusta prestar oído a lo que me quieran contar. Dejar el rojo, fucsia y gris por el verde y café, significó un cambio de chip total. Los primeros colores representan a mi París, los segundos al Boston que estoy comenzando a amar. El avión aterrizóy las casas muy al estilo Nueva Inglaterra comenzaron a adentrarse en mi ser para comprender que el cambio era radical. Llegábamos a ver a Morgana. Desde el mes de abril se había confirmado una operación de hernia umbilical. Toda la vida, desde niña, Morgana tuvo estos dolores ocasionales e insoportables que literalmente la botaban al piso. Decían que era psicológico, como dicen los médicos cuando no quieren hurgar y en el mes de abril, obra de la casualidad y de las fuerzas superiores descubrimos que un compañero de universidad había tenido lo mismo. Fuimos a conocer al dr. Feliz, apellido simbólico que había atendido a Su Chuan y confirmó que Morgana necesitaba una cirugía y que el dr. encargado de hacerla sería el dr. Dragoni, nombre salido de Harry Potter. Se fijó para la fecha en que nosotros podríamos acompañarla y henos aquí en 2 Campbell Park, Somerville. La casa es de nuestro ángel terrenal, mi cuñada Isabel, quien a cambio de pasear a Bono, el labrador negro nos ha dejado su hermoso lugar donde vive. Desde su cuarto veo un árbol enorme, puro verde que me lleva a soñar. Y desde aquíacompañamos a Morgana. Su cirugía fue dura. Angustiosa. No que fuera grave, pero las mamás somos nerviosas y yo soy mamá de profesión. Hospital hermoso, todos amables, la cirugía me va a costar exactamente $200 gracias al seguro de Morgana. Mientras la operan salgo a una banca en el sol, en pleno verano. Tengo frío y estoy ansiosa. Recuerdo su nacimiento, prematura. No podía casi verla, estuvo en cuidados intensivos tres semanas y sólo podía entrar a darle de comer cada cuatro horas por quince minutos. Le había llevado la cuerda de su móvil musical que tocaba una cancioncita de cuna; le ponía y le decía, tu mami está aquí. Ella cabía en mi mano. Le dejaba ese pequeño objeto e iba a tratar de sacarme la leche como si fuera una vaca a la que ordeñan; no me salía nada. Las enfermeras me miraban molestas como si lo hiciera a propósito. Y yo que había conocido la Liga de la Leche hacía poco estaba decidida a que mis hijas no se iban a nutrir de nada más que de leche materna por mucho tiempo. Cabe decir que lo logré, finalmente tuve tanta, pero tanta leche que parecía un grifo abierto del que caían chorros y chorros. Supongo que no era muy agradable a la vista, la ropa se manchaba, los lactipads debían ser cambiados constantemente, pero cada dos horas me sentaba sobre la cama, acostaba a cada niña en un almohadón y ellas comían; tenían su refrigeradora a cero distancia. Era mi manera de ayudarlas a crecer. De esos días recuerdo que sólo soñaba con dormir y no podía. Se me viene a la mente todo eso mientras la operan, miro el reloj, cuento los minutos. Luego nos llaman. La cirugía ha terminado, se encuentra en recuperación. Qué puedo decir del primer día. Le duele, sufre, tratamos de darle una mano en todo, sabemos que lo que hacemos es poco. Los ojos se me cierran, sólo quiero dormir. Gracias a David, otro ángel, el novio de Morgana, lo logré por unas horas en la noche. Y ahora así pasamos, entre supermercado, farmacia, conversaciones, música escogida por Morgana... Descubro a Oscar Peterson, el Louis Amstrong del piano, escuchamos a Diana Krall, vemos películas, de vez en cuando las olimpiadas, maravillados con Simone. Y recuerdo el sábado anterior en que visitamos al abi Gro, mi tío tan querido y abuelo adoptado por mis hijo. Llegamos al almuerzo preparado por Mary, su esposa, con la vajilla roja con blanco, hermosa, antigua, la mesa de su tía abuela. Un almuerzo tan rico donde se siente el hogar. Tomamos Hokey Pokey y conversamos de la vida. Mary nos cuenta cosas. Le pedimos ver su álbum de matrimonio. La recuerdo, rubia, despampanante, con la guitarra, cantando Donna, Donna, Donna, Donna… Y así se ve en las fotos. El Gro, con un aire a Warren Beaty, más guapo que él inclusive y Mary con el vestido de novia cosido por ella. Momentos del pasado que nos llevan a este presente. Momentos de brillo. Momentos de alegría que nos permitirán soportar los dolores si volvemos a ellos. Es una semana diferente. Todas las mañana golpean a mi puerta, entre 6:00 y 6:30. Es Bono, me recuerda a todos los perros de mi vida: Avalon que se fue contigo, Sasha, Chiquita, Pía, Onix, Guambra, Icaro, Caín; tantas historias para seguirlas contando. Bono quiere pasear y nos perdona; vamos al bosque, al parque, al lago. Me gusta, fantaseo con mi vida, aunque estécansada. Escucho a Natalie Merchant, los Stones, James Taylor, y los Doors. Caminamos cerca de una hora y respiro verde. No es trabajo, es donde me reencuentro conmigo misma. Es donde planifico mis horas y mis días del nuevo año porque hace algunos días llegué a los 52 y fue especial. De mi cumpleaños, hace una semana, está el paseo al Golden Pond de Thoreau, la sorpresa de Morgana pues en una de las salas de ensayo de Berklee me esperaba para tocarme la marcha que tú compusiste, Juan, cuando tenías diecicho años, para mi primer matrimonio. Tiag en la batería, Morgana al piano y David en la flauta. Se me cierra la garganta, no puedo pedir mejor regalo. Por la noche, luego de la deliciosa cena preparada por Isabel, David nos enseña a todos a bailar merengue y yo lo hago con mi príncipe Tiag. Por eso ahora, en los largos días de recuperación de mi hija, cierro los ojos, imagino que vivo en Campbell Park y que me dedico a escribir pues es lo que me gusta hacer. Regreso a mi vida y sé que todo pasó como tenía que haber sucedido, que todo tuvo una razón en su momento, que me siento orgullosa de lo que he conseguido y de lo que he revertido. Me gusta pensar que Boston ahora, París antes, y quién sabe qué lugar del mundo, después, están para mí. La vida se trata de seguirla así, sin mucha planificación (yo, que he tratado de planificar todo en la mía.)


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