Mi príncipe apareció hace casi once años y lleva el nombre de un guerrero Inca: Tiag, el gran general. Yo lo vi venir mucho antes; sabía que iba a llegar aunque nadie me creía. Más adelante, cuando hasta yo había dejado de hacerlo, una mujer sabia me hizo mi carta astral y me dijo: Aquí está tu hijo. Yo le respondí: Eso es imposible, tengo dos hijas mellizas, mas no tengo un hijo varón. Va a llegar, contestó. No, insistí, eso no es posible, no puedo tener hijos, por más que quisiera, y lo quiero, lo he buscado, pero los médicos me aseguran que no, que no hay ni siquiera una remota posibilidad. Estas respuestas me habían puesto bastante triste en su momento, pero ya estaba como resignada. Mavie, la mujer sabia sonrió y simplemente comentó: Entonces no entiendo, tal vez será un proyecto muy grande, pero aquí se ve como hijo. Efectivamente un año más tarde estaba encinta y no me sorprendí. Tenía tanta felicidad, lo había intuido, venía en camino. El embarazo fue duro, durísimo debido a mi Addison. Vomitéhasta que nació y en el intervalo fui a parar en el hospital con una crisis de mi enfermedad de la que los médicos no se percataron. Me hicieron miles de exámenes y no sabían lo que ocurría. Aterrada temía por mi vida y por la tuya. Asívenías mi precioso. Supe que eras hombre antes de que me lo dijeran. Llegaste un 3 de diciembre por la mañana. Fue cesárea y creía que no la iba a soportar por el Addison. Tuve un colapso tres días después. En un estado de debilidad total fue necesario volver al hospital y más allá de lo que me ocurría no te podía ni quería dejar. Entonces tuvieron que ingresarte nuevamente y así te convertiste en el niño más grande de la sala de neonatos. Tiag, mi ángel. Alguna vez me dijeron que Tiag es uno de los ángeles que llegó a Sudamérica para decirles a los Incas que había esperanza cuando llegaron los españoles. En el diccionario reza que Tiag es lo que queda cuando todo ha terminado. Y quizás esta definición es lo más simbólico que me ha pasado. Mi madre murió, mi hijas se fueron, mi esposo optópor ir en busca de otra vida. Quedamos en el hermoso departamento que parece un pequeño castillito, mi hijo y yo. Y ahora tenemos nuestros rituales: Levantarnos a las 6 y 15 de la mañana para prepararnos para el colegio, esperarlo cuando regresa para que me cuente cómo le ha ido. Pase lo que pase comer juntos y ver películas antes de las 9 y 30 de la noche. Conversar y acompañarlo a dormir. Le gusta que le cante y yo lo hago con gusto a pesar de mi destemplada voz. Un queridísimo amigo me dijo hace poco: Disfrútalo que esto no dura mucho y eso hago. Lo disfruto cada segundo. Diría que esos momentos que comparto con él no los cambio por nada. Como tampoco cambio el primer año de su existencia en que se colgaba toda la noche a mi seno para dormir en paz. Yo me acostumbré y era dichosa. A la madrugada me daba la vuelta para cambiar de postura y de seno. Al casi un año exacto, una mañana me rechazo. Decidió seguir con el biberón; había llegado el momento de crecer, como también rechazó su cuna. Optó por un colchón en el suelo; luego vino un auto deportivo y luego una cama de pirata. Jack Sparrow y un timón, figuraban en el marco de la cama dibujados por mi mamá. Así el jugaba a que si iba en su barco y me decía: ¿Madre, qué vas a hacer cuándo te anuncie que me voy en un barco a recorrer el mundo? Despedirte y extrañarte mucho, le respondía yo. Ahora ya es niño grande y su cuarto es lleno de construcciones de bancos Lego. Me impacta su imaginación al igual que su enorme talento para escribir. De niño amaba los elefantes a los que llamaba Paten. Se enseñó a nadar solo a los dos años y por lo demás me resultó bastante anarquista. Durante algunos años sacó de quicio a las profesoras, pero ahora, hace pocos días tuve la alegría de recibir una libreta casi espectacular. Recuerdos hermosos: cuando viajé por el Ecuador a hacer un documental sobre Matilde Hidalgo de Prócel con él pequeñito. Todavía lactaba entonces era imposible separarse y por las noches éramos felices solos en los diferentes hoteles. Me acompañaba también cuando presentaba mis obras de teatro. Iba en su cesta y para míque diez años antes había tenido mellizas era de verdad fácil. Ahora lo veo construir ciudades enteras con sus legos, hacer un comic y crear personajes con su mejor amigo. Tienen su mundo, un mundo al que a veces me cuesta entrar por ser mujer. Con él he tenido que adaptarme a ver películas de acción, encargar disfraces macabros para sus halloweens y disfrutar de todos los juegos masculinos. Nos hemos ido comprendiendo y aceptando. Nos tenemos paciencia y nos divertimos. A veces también nos sacamos de quicio, pero hemos aprendido a conversar. A veces me sorprendo a mí misma disfrutando de algún juego rudo o maravillándome de su destreza en Geometry Dash o cualquier juego vídeo que yo no comprendo. Ayer hablábamos de todos los viajes que queremos hacer. Él es mi compañero y yo soy la suya. Por el momento mi presente es el príncipe Tiag, ¿y eso?, no lo cambio por nada.
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